Relatos

Relatos de terror

La maldición de la cañada maldita

Hace mucho tiempo en un pueblo alejado de la mano de dios, dos niños vieron una cañada, donde había un castillo abandonado también vieron las dos estatuas de leones que estaban puestas a modo de guardianes, frente al castillo.
Los niños se fueron para sus casas, para contarles lo ocurrido a sus padres. Los padres no se lo creían ya que nunca habían visto  el castillo en ese sitio donde los niños dijeron, de pronto, uno de los padres recordó un cuento, que le solía contar su madre. En el que se decía, que un castillo y dos leones aparecían por de noche en ese mismo lugar y quien entrará desaparecería con el castillo, sólo aparecía cada 20 años.
A uno de los niños se le pasó por la cabeza entrar en el castillo para ver que tenía de espantoso ese lugar. 
El niño mayor de unos 12 años se lo impidió al pequeño de unos 10 años, que al final lo convenció para que entraran en el castillo.
+Vale entraremos, pero sólo a echar un vistazo, nos iremos cuando nadie nos vea.
-Les diremos a nuestros padres  que nos quedaremos de acampada , en el monte de atrás  de la escuela. Así no se darán cuenta de que vamos al castillo. ¿ No crees amigo ?
Los niños aprovechando un despiste de sus padres se encaminaron hacia el castillo. Estaban asustados  por que por la noche parecía un castillo fantasma con los dos leones a los lados.


Los niños muertos de miedo, fueron valientes y entraron en el castillo. Una vez dentro parecía todo muy normal, pero lo que ellos no sabían, es que allí descansaban los espíritus de los desaparecidos en siglos pasados. En aquel castillo, los niños empezaron a investigar de arriba abajo, empezando por el salón y terminando por los dormitorios. Los niños no encontraron ninguna cosa extraña ya que  las cosas extrañas los perseguían para que no les viera, esas cosas extrañas  eran espíritus  que querían llevárselos al mundo de los muertos.
Se hizo de día y los niños desaparecieron junto con el castillo y los dos leones.


Así nació la maldición de la cañada maldita. 

                                                                                                                                        

Escapando de la escapada

Os contaré como escape de aquel lugar en el que me tenían encerrado, como mi vida dio una vuelta de sentido.
Yo estaba en aquella habitación oscura y húmeda, lo primero que necesitaba saber era donde me encontraba, ya que la última vez que cerré los ojos estaba en mi cama listo para dormir, venían a darme de comer dos veces al día, me daban la comida por una rendija situada en la puerta. Como bien dije al principio me encontraba en una habitación oscura y húmeda por lo que deduje que me encontraba bajo tierra y cerca del mar porque se podía oler el salitre. Inmediatamente mi mente empezó a barajar los posibles sitios donde podría estar. Hasta que llegue a la conclusión que podía estar en un escondite militar de esos que se usaban tiempo atrás para no ser descubierto y atacar al enemigo por sorpresa, introducirlos donde yo estaba y torturarlos o bien matarlos.
La siguiente vez que me trajeron la comida yo le estaba esperando para agarrarle la mano y quitarle las llaves. Así como acabo de relatar seguí este procedimiento y se las quite. Abrí la puerta, salí, golpee su cabeza contra la puerta de metal y lo metí dentro de esa habitación/celda o lo que fuese aquello. Tuve que hacer un gran uso de mis conocimientos sobre todos los campos para poder salir de allí. Una vez fuera mis sospechas eran confirmadas, estaba cerca del mar y como mucho después pude comprobar en una isla de esas que nadie saben donde están, por suerte para mí me adentre en el follaje de los arboles sin que nadie me viera, allí observe que entre unos barcos se encontraba una lancha. Ya había divisado mi vía de escape. Para poder escapar definitivamente espere a que se hiciera de noche y esquivando las patrullas de vigilancia conseguí llegar a la lancha donde me aguardaba mi preciada libertad. Sabía que sólo tendría unos segundos después de arrancar la lancha para que el ruido avisará a los guardias de aquel sitio infestado de muerte de mi presencia, me monte y arranque, y emprendí la marcha lo más rápido que pudo el motor de dicha lancha. Intentaron perseguirme  pero para cuando se quisieron dar cuenta yo ya estaba lejos y salí de su visibilidad. Pasado un buen rato apague el motor para que el ruido no delatase mi posición.
A la mañana siguiente un barco de pescadores que pasaba por allí me recogió, les conté mi desafortunada historia, me llevaron a tierra donde pude contar mi historia. Tras una larga investigación encerraron a mis captores, poniendo fin a este desagradable capitulo de mi vida.
                                                                                                                                                                   


El hospital maldito

Hay estaba yo en esa tétrica y fúnebre habitación del hospital, a consta de mi aletargado y largo sueño no pude moverme de la cama o camilla, convirtiéndose en una prisión temporal. Mientras tanto observé  que la puerta de mi habitación estaba entre abierta y por ella pude ver el peor de los espectáculos posibles, colgaba del techo un cuerpo humano envuelto en innumerables capas de sangre, pero lo que más me estremecía es que no se oía nada, silencio absoluto, cargando el aire muy pesado con olor a muerte.
Cuando me pude incorporar tras tres largas horas contemplando aquel horrible espectáculo, puse el pie en el suelo y me dí cuenta de que un charco de sangre lo inundaba todo, desde mi postura inicial no pude apreciar este suceso, enseguida comprendí de donde procedía, posiblemente perteneciese al cuerpo que vi colgado y bañado en sangre que vi desde mi habitación, no muy lejos de ella. Salí al putrefacto pasillo de aquel hospital, aparte del cuerpo colgado no había nadie de ahí el ensordecedor silencio, pude leer en las paredes escrito en sangre " Sal de aquí la muerte te persigue " , una y otra vez, lo que me atemorizo aún más, vi una ventana rota al fondo del pasillo por la que seguramente se abría tirado alguien intentando escapar de mi aterrador estado en el que me encontraba. Procedí a inspeccionar habitación por habitación en busca de alguien que me pudiese decir que estaba pasando, recorrí todo el hospital y prácticamente todas las plantas eran casi iguales, muertos y sangre, sangre y muertos, en un laboratorio encontré un informe en el que ponía una lista de pacientes que tenían que matar con una sustancia letal, me quedé sorprendido al ver que uno de esos pacientes de la lista correspondía con mi número, inmediatamente  me coloqué la mano sobre el pecho para notar el latido de mi corazón, me quedé atónito al ver que no latía y comprender que estaba muerto. Pensé que cuando estaba en la camilla inicialmente y no podía moverme, fue mi inicio como un muerto, de mi alma saliendo de mi cuerpo y que por eso me pude mover pasado un rato. Más aterrorizado que nunca por los sucesos que progresivamente sucedían, me dirigí a la puerta principal con la intención de salir por ella y poner fin a mis tormentos. Pero cuando llegué a ella no se abrió por mucho que lo intentase dado que ya no estaba vivo, condenándome este hecho a vagar por los pasillos como el fantasma del paciente de la habitación 13.       



                                                                                                                                                                               

Un nuevo asesino

Era suave el olor a podrido de la carne descomponiéndose, yo tendría unos cinco años por aquel entonces, cuando un ladrón asalto nuestra casa con el fin de llevarse algo de valor para cambiarlo por estupefacientes para su propio consumo, lo que no sabía es que al entrar en mi casa despertaría a mi madre y por lo cual bajaría a echar un vistazo. El ladrón fue de una parte de la casa a la otra, en uno de sus  recorridos se encontró con mi madre que intento reducirlo pero era mucho más fuerte que ella y apenas conseguía hacer nada contra él, los gritos de mi madre me despertaron y bajé por las escaleras adormilado sin ser consciente de lo que pasaba allí, observe que mi madre estaba forcejeando con un hombre y que la quería hacer daño, sin hacer ningún ruido me fui a la cocina y cogí un cuchillo de los que no me dejaban coger porque cortaban mucho, volví a donde mi madre y sin hacer ruido me acerque por detrás del hombre y le clave el cuchillo en la pierna, él cayó al suelo llevado por el dolor, me acerque a su pecho y como de un juego se tratase  clave y saqué el cuchillo repetidas veces de su pecho. Fui para mi madre corriendo, me abrazo y con toda la inocencia del mundo dije: Mira mama está muerto, ya no podrá hacernos daño. Me quedé sonriendo sin comprender el horror de mis actos.

                                                                                                                                                                                   
La doncella de hierro

Fui testigo de unas de las ejecuciones más largas y dolorosas  de la Edad Media, ya que es en esa época es cuando se creó este instrumento de tortura, La doncella de hierro, era antropomórfica con una cara que se podía reconocer como María la madre de Jesús, tenía más de dos metros de altura y un metro de ancho, pudiendo albergar a un hombre completamente desarrollado. Por fuera parecía completamente inofensiva, constituido por dos puertas, pero por dentro es donde estaba el horror de esta construcción, contenía clavos oxidados de unos veinte centímetros aproximadamente colocados estratégicamente en puntos donde no dañaran órganos vitales, prolongando así su muerte y dolor. Clavándose en brazos, piernas, pecho, hombros o los ojos. Pero esta estructura tenía más peculiaridades, una vez se cerraban las dos puertas los clavos penetrados en la carne apenas dejaban movilidad , era vertical, obligando al que lo padecía a estar de pie pese al cansancio que sintiese, por si fuera poco el más mínimo movimiento causaba dolor haciendo que el simple hecho de respirar fuese una tortura en sí misma y las gruesas puertas de hierro hacían que en todo momento la doncella se enmudeciese. Abrían nada más que una puerta para que el sometido a esto no se escapase y para comprobar que sufriese, por si no fuera suficiente estas puertas se cerraban lentamente para causar el máximo de dolor posible. Acabando con su vida al cabo de unos días por la mezcla del desangramiento, el cansancio y el dolor.


                                                                                                                                                                

El toro de bronce

El toro de bronce o también conocido como el toro de Falaris, Falaris era un tirano de Sicilia, murió en el año 554 a. C.  La leyenda cuenta que su diseñador, Perilo, murió al ser introducido en su propia creación por los subordinados de Falaris cuando le presentó el instrumento de tortura. Este instrumento de tortura también se utilizo en las Guerras Púnicas, entre las frecuentes batallas entre griegos y romanos, allí nació este artilugio en la gran Grecia. Por fuera solo parecía una simple estatua de bronce que al darle golpes se notaba que ésta estaba hueca por dentro, una estatua muy bonita, pero lo horrible era el fin que le daban, metían al prisionero sentenciado a muerte por una trampilla situada en uno de los laterales del toro, cerraban ésta para que no se pudiese abrir desde dentro. Luego encendían  una hoguera debajo de la estatua para calentarla, el sentenciado agonizaba de dolor, por fuera esos gritos parecían gemidos del toro al salirle junto con el humo por la boca y la nariz, por la acción de asarlo vivo. Este tipo de ejecuciones se realizaban en las plazas abiertas al público como muestra de poder y mandando un mensaje al subconsciente: Los que se rebelen contra mí acabaran de esta forma. Se realizaron muchas ejecuciones hasta la conquista de los romanos de Cartago, donde fue regresado a su lugar de origen terminando con las muertes. Al final de la Tercera Guerra Púnica en el año 146 a. C.

                                                                                                                                 

El caníbal

Yo era un antropófago y un caníbal, que son cosas bien distintas, un antropófago es aquel que incluye carne humana en su dieta y un caníbal es aquel que se come a miembros de su propia especie. En psicología, el canibalismo se describe como el resultado de impulsos agresivos-orales no controlados, un acto antisocial generado por el deseo de dominación.
 Seleccionaba a mis víctimas en importantes fiestas científicas, solía elegir al más listo de todos, daba igual la forma de matarlo pero generalmente lo hacía cuando iban al baño, los seguía sin que se dieran cuenta o bien sin dar lugar a mis intenciones yendo como uno más, al más mínimo descuido se estaban debatiendo entre la vida y la muerte por una cuerda, que les oprimía el cuello, que guardaba cuidadosamente en la chaqueta. Cuando estaban muertos los sacaba por la ventana del cuarto de baño, saliendo yo también por ésta. Abajo estaba mi coche como lo había puesto antes de entrar a la fiesta, metí el cadáver en el maletero cuidadosamente recubierto de plástico para no dejar huella de su presencia. Llegamos a mi casa donde había preparado antes de irme todos los cuchillos de cocina, desde el rompe huesos hasta el de filetear. Lo fui haciendo trozos, brazos, piernas, torso, cabeza, guarde algunas de estas partes en un congelador, las otras partes las fui cocinando para hacer diferentes platos, estofado, hamburguesas, albóndigas, etc. Me los comí como si fuesen un pollo asado. 
El por qué de mis actos viene de los aztecas y en general de las tribus indígenas, creyendo éstas que si se comían a una persona, esta persona adquiriría los conocimientos de la comida. Yo puse esa idea a prueba, comiéndome al científico. Y los resultados fueron notables, observe un incremento de mis habilidades mentales por lo que seguí así durante mucho tiempo. El conocimiento, el saber, eran lo que me motivaba.    

  
                                                                                                                                

 El suicida

La muerte me perseguía a todas horas y en todo momento, para aquellos que no conozcan la historia de una muerte y su posterior vida, aquí les relataré lo que en su momento sucedió, combatí con la muerte y salí victorioso, morí para volver a morir, viví para vivir muriendo,  mis pensamientos se oscurecieron con el más negro de los pigmentos al acontecimiento de los hechos que perturbaban mi cerebro, vivir sin amor, sin vida, sin eso de que sirve vivir, quien quiere estar por estar, vivir sin vida, con el único propósito de sufrir, la muerte parece una solución muy fiable para no sentir nada, amar sin amor es lo mismo que vivir sin vida. Creo que mi única solución ante la muerte, la locura y la eterna desesperación de un alma es la muerte misma.
Ante la inevitable complexión de lo obvio, de que la vida no es más que un sin razón y que nunca podré llegar a los objetivos estipulados, al amor. Tomo la inmediata decisión de matarme, con un cuchillo, arrojándome al vacío o por otra forma letal. No aguanto más esta desesperación creada al saber que no habrá salida al final del camino, al saber que posiblemente me vuelva loco y al no tener amor.
                                                                                                                                                   


La silla eléctrica

Me habían condenado a morir en la silla eléctrica porque mate a un hombre que le había pegado a mi perro, en fin las leyes están hechas por y para humanos exclusivamente, resulta que si pueden matar por poner un ejemplo a toros delante de cientos de personas y yo ni siquiera puedo defender a mi perro, lo hice sin importarme las consecuencias y sin mostrar remordimientos por ello, no puedo sentirlo porque aparte de pegarle también lo quería matar y eso es algo que no puedo consentir. Así que decidí actuar me fui para él corriendo, lo tire al suelo y en ese momento mi furia se desató, cada puñetazo que le daba era más y más fuerte, le estuve dando hasta que tuvo toda la cara ensangrentada, ahí le cogí de la cabeza y se la golpee repetidas veces contra el cemento, así hasta que murió. Y bueno el resto ya se sabe. 
Ya me queda poco tiempo para mi propia ejecución así que os contaré lo que me pasará. Me afeitaran la cabeza para evitar que se me quemen los pelos,me pondrán una esponja mojada en la cabeza para que la electricidad pase mejor, me meterán algodón por el ano, me pondrán pañales porque perderé el control de mis funciones fisiológicas, la primera descarga eléctrica me destruirá  el cerebro y el sistema nervioso central, mi corazón sufrirá arritmias hasta detenerse definitivamente y mis órganos internos se destruirán al elevarse la temperatura corporal a 58º haciendo que estos se cuezan. Sudaré sangre, los ojos se me saldrán de las órbitas y no podré gritar por la tensión muscular. 
Y bueno ya me están llamando, partiré hacía mi propia muerte.


                                                                                                                                                            

Diario de una guerra

Nos alistaron a mí y a mis amigos para ir a la guerra, no sé por qué se pensaron que unos chiquillos que apenas superaban los trece años serían de alguna utilidad. Nos enseñaron a matar entre otras cosas, como utilizar una pistola, etc. Nos entrenaron para ser asesinos profesionales. Tras años de perfeccionamiento de nuestras habilidades decidieron que ya estábamos preparados.
Nos mandaron a nuestra primera misión, reconocimiento del terreno, fuimos en helicóptero, nos dejó allí. Mi pelotón estaba formado por cuatro miembros a parte de mí. Sobre el terreno había una gran cárcel que parecía estar abandonada pero eso lo tendríamos que descubrir nosotros. Entramos y nos dispersamos cada uno por una parte, llegado a esta parte recuerdo poco más, cuando nos adentramos los miembros de mi pelotón empezaron a caer uno tras otro, había algo que les estaba dando caza, lo recuerdo porque uno por uno me dejaron de contestar.  Solamente quedaba yo, grite como forma de desahogarme por mi impotencia ante aquella situación. Enseguida me localizo, me enfrente a él con todas mis fuerzas hasta que por fin término todo, volvimos a casa, sí, pero muertos.


                                                                                                                                                                  

La rueda


La rueda fue un método de suplicio y ejecución empleado en Europa (especialmente en Suecia, Holanda, Francia, Italia, Escocia y Alemania) desde la Edad Media y durante la época moderna hasta la última ejecución registrada en 1841 en Prusia. El método era usado como complemento a la pena capital común en casos de delincuencia grave, por ejemplo, traición y homicidio agravado, empleando un elemento de tortura para horrorizar.
La primera parte consistía en atar firmemente al reo, persona acusada de un delito o declarada culpable, en un banco o en una cruz (para acceder con comodidad a las extremidades), tras lo cual el verdugo procedía a triturar, mediante una barra de hierro o cualquier otro instrumento, todos los huesos y articulaciones del condenado. La operación debía hacerse con cierta técnica, pues era preciso que el condenado no muriera por un derrame interno. No se le golpeaba la cabeza, que quedaba intacta. El objetivo era que las extremidades pudieran ser dobladas y dislocadas por numerosos sitios.
Tras esto, el reo era colocado en una rueda de carro, de manera que los tobillos tocaran la cabeza, para lo cual las piernas debían dislocarse hacia arriba, poniéndose los brazos de manera que recorrieran todo el perímetro de la circunferencia. Tras esto, se enganchaba la rueda en un eje que a su vez se clavaba en el suelo, quedando la rueda elevada y en posición horizontal, con el condenado sobre ella. Al reo se le rompían también las costillas lo que hacía que el solo hecho de respirar fuera una tortura añadida a la ya sometida. Tardaban en morir horas o incluso un día entero, por si no fuese poco en ese tiempo eran atacados por cuervos que se comían sus ojos y otros órganos blandos mientras estaban vivos. 

                                                                                                                                                      

La pera de la angustia


Fue un método de tortura utilizado en la Edad Media, el instrumento tenía forma de pera terminada en punta, Fundamentada por cuatro hojas de metal, con una manivela dentro y un sistema mecánico que permitía extenderla hasta tres veces su perímetro. Se utilizaba según la condena, a los homosexuales se les metía por el ano, una vez dentro se abría produciendo desgarros. A las acusadas de brujería, de mantener relaciones sexuales con Satanás u otros miembro de su familia, se le metía la pera por la vagina luego se abría produciendo desgarros, y por último los condenados por herejía, se les metía la pera en la boca, una vez abierta provocaba el desencajamiento de la mandíbula además de que los dientes prácticamente saltaban de la encía. No morían pero eso sí el dolor era insoportable.

                                                                                                                               

El potro

El potro o ecúleo era un instrumento y un método de tortura en el que el acusado era atado de pies y manos a una superficie conectada a un torno (el potro). Al girar, el torno tiraba de las extremidades en sentidos diferentes haciendo que el cuerpo estuviera en máxima tensión, esto hacia que tarde o temprano los músculos se agotasen. Usualmente dislocándolas pero también pudiendo llegar a desmembrar e incluso arrancar la extremidad y romper los huesos.
El potro se utilizó en muchísimas partes de Europa durante muchos años.


                                                                                                                     

Claustrofobia

No podía salir de aquel habitáculo infernal, presa de mis más horribles temores. Sentía que a cada paso que daba las paredes se cernían sobre mí muy lentamente, atrapándome cada vez en un espacio más reducido. Inmediatamente mi corazón hizo eco entre aquellas paredes, más y más fuerte, un sonido casi atronador envolvía toda la sala. Dije: ¡Esté es mi corazón! Que está pidiendo salir a gritos del pecho que una vez le trajo armonía y paz. Me tendí sobre el suelo frío y cerré los ojos con la vaga ilusión de la esperanza de que todo aquello fuera no más que un mal sueño, aquella sensación de apenas poder respirar, la tensión de los músculos... Pero no lo era, devorándome mis más oscuros temores. 


                                                                                                                                    

El manicomio

Un alma atormentada por los reflejos del pasado, que ve y piensa cosas totalmente normales salvo para las demás personas. Y sin embargo cuenta la verdad que se la trajo un ángel, toda blanca con un Sol en la cabeza que iluminaba por aquel entonces mi vida. Sumergido en mi locura, escribía y escribía a una diosa que no existía, pero que para mí como comenté, sí. Se precipitaban las horas sobre mí, cada vez más oscuras en la noche y yo con la intensidad de una llama iluminé toda la sala donde me encontraba. Seguía escribiendo cada vez más alegre entre está cárcel y la libertad amada. ¿Por qué no vienes a socorrerme mi amada? Decía mirando por la ventana. Mi amada murió en mí el día que dejó que mi mente me atrapará en su recuerdo, sucediéndose una y otra vez la misma escena, te quiero.


                                                                                          



Otros tipos de relatos 

Análisis

Solía ser como el resto, uno más entre la multitud, un barco que va a la deriva, sin anclajes que lo sujeten, sin puerto en el cual atracar, perdido en la mar. Como los hombres que siguen a los demás, sin personalidad, solamente porque lo dice una voz. Pero escasamente hay algunos diferentes al resto, marginados por la sociedad, considerados "raros" como yo. Esos chavales son sin querer ser diferentes, los martirizan como hizo la sociedad conmigo hace mucho tiempo. ¿Con qué fin? No lo entiendo, quizás deberíamos aceptar que no somos tan listos como nos creemos. Si lo fuésemos posiblemente el mundo sería un lugar mejor y daría gusto de habitarlo. ¿Por qué poner los pies en la tierra, si puedes ponerlo en un lugar mejor? Evadirse de la desastrosa realidad y crear tu propio mundo, en el cual tus sueños se hacen realidad. Si se pudiera cada uno buscaríamos nuestra realidad perfecta. ¿Verdad? ¿Quién no quisiera ser feliz? Pero para ello debes de estar dispuesto a sufrir, aunque sea tu propio sueño el causante del dolor. Entonces y por ello, cada día, mi oscuridad se ve agrandada y lo único capaz de disiparla, como ya he comentado son mis propios sueños. Mis sueños son mi vida que dependiendo de la situación me causan dolor o escasamente alegría. Esto sucede porque son inalcanzables, al menos para mí. Da igual el tiempo que pase y lo mucho que avance, da lo mismo. Y yo mientras muerto por la inexistente vida y que sólo vivo cuando yo, soy yo en mi mundo.   


                                                                                                                            

Amor de compañía
(Relato erótico) 

Sentí tu dulce mirada mirándome, me volví y allí estabas, devorándome con la mirada, fiera indomable, espíritu libre del aire, que con igual agilidad movía sus brazos creando ondulaciones en el espacio habitable. Belleza de mi pensamiento, mujer sin igual, fuego encendido. Me abrazas y siento tus pechos desnudos en mi pecho desnudo, te los masajeo un poco, me sonríes y yo te sonrío, tus dedos recorriendo mi cuerpo, nos volvemos niños por un momento en la inocencia, cabalga vida mía que no llegarás a tiempo, todo lo rápido que puedas, más y más. Nos tenemos cariño de niños inocentes que un día jugaron a ver lo que era el amor, y fue grandiosa la elección porque al fin llegamos a nuestro destino. 



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