Pasan las incontrolables horas sin que las podamos parar,
detener el intenso abismo que a todos trata de igualar
y con mortal atadura todo vislumbrar,
la muerte en su acaecida tarea, triste al tener que matar.
Las incontrolables manecillas del reloj en la vida están
y esas si que no se detendrán,
el envejecimiento del rostro cada vez más arrugado,
fue el tiempo el que me ha matado.
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