La muerte se la lleva, ya cansada
se acaba en el suspiro de la lucha,
se cerrarán los párpados, sagrada
mujer que en el gran cielo a mí me escucha,
llorando y de rodilla es alabada.
Recuerdo la gran sombra en su casucha
de madera, en la voz era olvidada,
de su piel tan hermosa y paliducha.
La tumba se alegraba en la tristeza
que se lloraba a mares, y sentado
mirando tu lapida con certeza
yo puedo sonreír, imaginarte
todavía en casa que del prado
andaba con la flor a saludarte.
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