Triste y solitaria de la amargura
de mujer vivida, al sueño querido
que marchó volando al cielo perdido
en el aire un día, con la aventura
de vivir alegre sus alegrías.
Sonríe mi niña en sus labios rojos,
que con la certeza en sus grandes ojos
a mi corazón enamorarías
con total dulzura y amor. De la voz
conjugada al canto dulce del alma
mía, mi señora, corre veloz
mi amada. Del tiempo que nos persigue
con prisa y sin pausa, pero con calma
me lo tomo amor porque me eche un ligue.
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