Andaba yo tus montes, tu dormida
arboleda, y era eco del agua fácil
el sonar de naturaleza grácil,
andaba tus verdes prados, mi vida.
Andaba-me a la ribera, al pasar
el río que nadaba en tierra hacía
la grandísima y la anchísima mar,
con su Sol que luz luciente dio al día.
Andaba por el camino de tierra
al borde de sus varias frescas hierbas,
el animal que tú y mi cuerpo encierra
quiere volverse fiera, y que me adsorbas.
Abrirte de la carne y penetrarte,
y que dentro tuya ejerzas gran arte.
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